Pasado el primer tramo con calificaciones de aprobado.
Nos queda el segundo, y Reyes ¡¡¡
Estos días leo, oigo, escucho… todo, y de todo, sobre el espíritu de la navidad y su crisis.
¿Cómo no sentirse tentado a escribir sobre ello?
Y si lo hacemos, si caemos en la tentación de escribir sobre lo que sentimos, pensamos y creemos sobre este espíritu navideño, ¿ cómo evitar el no ser políticamente incorrecto, con la cantidad de malas interpretaciones que se dan a las palabras?
Pero, en mi caso, resulta difícil manejar los silencios.
Sesenta navidades, dan para mucho.
Las he vivido de muchas maneras; como niña. Donde todo es fantastico y rodeado de misterio. De aquellos años guardo el mágico recuerdo de la enorme lámpara de cristal que había en la casa de mis padres. En las navidades, mi padre la inundaba de luces de colores que sorprendían nuestros inocentes ojos. Después llegaron las que se celebraban en casa de mis abuelos; navidades cálidas y abundantes, durante unos años, y cálidas, pero con mucha menos abundancia, en otros.
He vivido todo tipo de navidades. Algunas fueron tristes, si, muy tristes. Otras forzadas con una alegría no sentida, algunas solitarias, angustiosas…
También las he vivido en hospitales…
Y como no, las hubo esperanzadoras, y apáticas, y felices y hasta en algun momento, tambien las tuve razonables. De todo. Como ya he dicho; sesenta años, dan para mucho, ¡ ya lo creo ! Pero, como estas:
Ninguna.
Mi visión de Dios a cambiado mucho en los últimos tiempos.
No poseo aquella limpia mirada que nos ofrece la inocencia.
Deje de creer en todo lo que nos cuentan.
He perdido gran parte de la fe que un día, no muy lejano, tenia en la humanidad.
Olvide mi absoluta creencia en los milagros y he tenido que admitir, que el hombre miente hasta en lo más sagrado.
Las navidades son un fenómeno social que se celebra en nombre de un Dios, enseñado.
Un Dios siempre rodeado, arrullado y tapado, hasta por encima de los ojos, con misterios inesplicables.
Un Dios al que da miedo levantar la manta, pora no descubrir lo que no tiene ni pies ni cabeza, ni unos comienzos reales que den datos consistentes.
¿ A quien le gustaría que su cumpleaños se celebrase 8 meses después? (comprobado)
(Nota de frivolidad a los tontos (para mi) silencios, y los absurdos misterios que la Iglesia a fomentado.)
Tampoco nos gustaría que esa celebración se hiciese en unas fechas determinadas, buscando o intentado tapar y anular las que de otra forma se celebrarían por el solsticio de invierno…
Ya, ya… esto no pinta bien.
Me estoy metiendo en jardines que tienen el acceso prohibido.
Lo queramos o no, hoy corre un movimiento de culpabilidad por lo mucho que,tenemos a nuestro alcance, mientras, cientos de personas, indefensas por las condiciones que padecen, mueren de inanición y enfermedades, que en nuestro mundo podemos curar con ocho días de tratamiento correcto.
Bien, aceptado, me parece justo que en alguna forma se acepte parte de esa "culpabilidad".
Pero, este sentimiento nos viene, en buena medida, desde un estamento que tiene acumuladas riquezas como para corregir casi la totalidad de estas barbaridades. No es de extrañar que se nos haya inculcado la idea hacer gastos, en muchas familias fuera de sus posibilidades reales, para celebrar la venida de un hombre a la tierra, al que se llama:
Hijo de Dios.
Un hombre que nacido en la pobreza, predicaba, la igualdad, la generosidad y la justicia.
Poca credibilidad hubiese tenido si sus sermones los hubiese hecho desde palacios episcopales, dejando en la puerta a los que ese día no tenían un pedazo de pan para llevarse a la boca.
Pero, no quiero quedarme aquí; pienso en otros, que a lo largo de la historia del hombre, vinieron a decir lo mismo y fundaron otras religiones.
De niña, en el colegio religioso al que acudí, escuchaba, no sin asombro, que sólo existía una religión verdadera y todo el que no estaba dentro de ella, estaba condenado al fuego eterno.
Dentro de mi inocencia ( creo que aún tengo una pequeña parte), asaetaba a las monjas con preguntas acerca de la ignorancia de esas personas y la injusticia de un Dios castigador, más ignorante que los afectados, ya que ellos me parecían carentes de dolo, al no saber y no poder ver, que estaban errados. Simplemente por falta de información.
Pero, ¿ Él no era omnipotente y consciente de las limitaciones que ponía al hombre?
Pufffff..¡¡ que tiempos ¡¡ y cuantas dudas me traje a la edad adulta.
Sonrió. Pienso en las personas que puedan leer esto, y en su buena fe.
¿ Recuerdas de qué estoy hablando?
¡¡Espíritu navideño!!
He leído entradas en los blogs que hablan de la tristeza que se siente por no sentir ese espíritu.
Recordamos, añoramos lo sentido de niños, y esto, inevitablemente provoca nostalgias.
Queremos volver al tesoro más preciado de nuestra vida:
La inocencia.
El tiempo en que todos los sueños son verdades sin dudas.
La fantasía, es inseparable compañera de fatigas.
Retomar el acceso, con un mínimo esfuerzo, al jardín prohibido del asombro…
Sin embargo, pocos caen en la reflexión de lo que hoy, en la madurez, tenemos en nuestras manos.
Podemos crear vida, podemos casar la realidad que se vive y conocemos, con aquella maravillosa inocencia perdida… Podemos enseñar a nuestros hijos que la realidad y la magia es posible, si en todo lo que aprendemos, realizamos y sentimos, se pone respeto a los demás , y a uno mismo.
El espíritu somos nosotros, y la experiencia lo hace cambiar.
Creedme, me siento bien pensando que ese espíritu lo vivimos, sin presiones desde fuera, y sin comer polvorones.
Está en el día a día, en las pequeñas cosas que hacemos por los demás y por nosotros. No se necesita comer pavo, ni tener la obligación de ser buenos por unos dias. Ni poner guirnaldas en las ventanas y lucecitas en las lamparas. Pero, si tener una mirada serena para ver las cosas, y no dejarnos arrastrar para luego vivir una interminable cuesta de enero.
Busquemos el equilibrio.